Ciberíada y David Ricardo

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julio 16, 2009 por carlosalonsoromero

Ciberíada, de Stanislav Lem, es una de mis novelas favoritas, así que voy a valerme de ella para intentar esclarecer algunas cosas.

Empecemos pues. En uno de sus capítulos, los alienígenas más evolucionados del universo aparecen ante los protagonistas Trurl y Clapaucio. Y lo hacen como una especie en letargo. Los más activos de entre ellos llevan caramelos colgando de las orejas, dormitan entre ronquidos, se chupan los dedos del pie o se rascan la espalda con un palo. El resto sencillamente duerme. Su apariencia es, además de descorazonadora, absurda. ¿Y estos son los “evolucionadísimos” seres de los que nos han hablado? Se extrañan los protagonistas. Uno de estos alienígenas explica a Trurl que su estado letárgico es fruto de una reflexión comunitaria. Que apenas se atreven a hacer nada. Que al no saber considerar un número suficiente de variables en sus intervenciones en el entorno, todos sus intentos por construir una civilización respetuosa con su cosmos, tecnológica, pacífica y desconflictivizada han dado en el traste. Cada vez que hacían algo, se equivocaban, y con cada acción correctiva, arreglaban un problema pero creaban otros dos. No dieron nunca con la intervención absolutamente exitosa, por lo que la experiencia, los fracasos repetidos sin descanso, los relegaron a su estado de inactividad. Ya que nunca iban a hacer las cosas del todo bien, los alienígenas preferían no hacer nada. Neutralizarse a ellos antes de hacer daño. Por supuesto, se trata de una exageración, y si se intenta comprender en toda su extensión, el relato no tiene sentido. Hoy, sin embargo, el hombre está en el extremo opuesto de estos evolucionadísimos seres. No hay comedimiento. No hay autocontención. Sólo crecimiento, expansión, huída hacia delante. Parches. Multiplicación. Metástasis.

Me impresionó el relato de Lem por cómo reconocí en él nuestra deriva como especie. Nuestas escasa conciencia. Y dentro de lo que cabe, no me pareció un mal final para los evolucionadísimos alienígenas. Porque me temo que esta incapacidad planificadora, esta inhabilidad para calcular los efectos de los actos de nuestra civilización, va a tener efectos aún peores.

Dicha incapacidad es una constante no sólo en gobernantes, reformistas y (sigh) activistas “anti” de toda ralea. Aún peor: es un componente –o mejor sería llamarlo “agujero”- de todas las ciencias sociales “de anticipación”. Hace bastante gracia, además, que quien se acercó con mayor exactitud a determinar el origen de esta brecha en el conocimiento fuese precisamente un economista. En concreto, un economista bastante imbécil del siglo XVIII y XIX llamado David Ricardo, que aún en su extensísima imbecilidad, no fue lo suficientemente imbécil como para que se le escapase el empacho lógico del inabarcable maremagno de variables de las ciencias sociales. En un momento de autoconciencia brutal, Ricardo realizó un hallazgo historico. Fue justo antes de parir cosas tan nauseabundas como la maltusiana Ley de Hierro de los Salarios (tápense la nariz y lean: “el salario real de los trabajadores permanecerá cercano al nivel de subsistencia aunque haya intentos de incrementarlos”). El caso es que Ricardo dio, indirectamente, con lo que luego se conoció como Falacia Ricardiana, y que es el mal que afecta a la mayor parte de estudiosos y científicos que se apoyan en probabilidad para la anticipación de resultados, normalmente con el fin no declarado de defender la idoneidad de teorías convenientes o inventos comercializables.

El hecho es que esta falacia denuncia las formulaciones que intentan trasladar el efecto de la interacción de dos variables aisladas al universo en que actúan dichas variables junto con un par de decenas más (o veinte mil, según lo complejo del universo). Y con esto no quiero ponerme posmoderno. Si lanzo una piedra al cristal, se romperá. Seguro que sí. La falacia ricardiana no suele interferir en las pequeñas decisiones. Esta falacia sólo afecta a los Altos Conocimientos. Y cuanto más altos, peor. Aunque en principio este agujero se considera un error de análisis, es en realidad el núcleo de algo mayor, y contamina por igual todas las ramas del conocimiento. Los Apocalipsis que hoy se anuncian en todas las ramas de las ciencias sociales son sin duda integrantes de la Gran Orquesta Contrarrevolucionaria y todos caen en la categoría de Falacia Ricardiana. Porque díganme: ¿cuántas veces han escuchado que si esto sigue así, cuando ustedes sean viejos no habrá pensiones? ¿O que dado el actual desarrollo de las energías renovables y el cenit del petróleo previsto con el incremento de demanda India o China, allá por 2020 volveremos a las cavernas? Los actuales economistas, gobernantes e investigadores hacen una proyección de la realidad actual, dando por hecho que ninguna variable les entrará por el lateral. Ya a principios de los 90, antes de la ola migratoria, se hablaba del Fin de las Pensiones. Luego llegó al país medio Ecuador y se aplazó el debate casi veinte años. Piénseselo bien. Si se toman las actuales cifras y se proyectan a futuro, pasará exactamente lo que dicen los agoreros. ¿Pero porqué deberíamos proyectar la realidad de esta manera? Eso sólo sirve para evidenciar tres cosas: una profunda falta de imaginación, un escaso conocimiento del medio y, sobretodo, una ideología tan asumida que se tiene por inscrita en el orden de las cosas.

Si seguimos con esta natalidad y con los mismos impuestos, entonces colapsará el sistema y bla bla bla. Error: han aislado dos variables que no actúan solas. Si seguimos con esta demanda y el combustible fósil se agota, moriremos todos en 2017. Otra vez el mismo error: han aislado dos variables que no actúan solas.

¿ Pero porqué demonios deberíamos tomar las cifras actuales? ¿Es que acaso no suceden cosas continuamente fuera de las predicciones? Y concretando en los ejemplos que he puesto: ¿Es que acaso no pueden subirse los impuestos a las rentas altas y asegurar así la subsistencia las pensiones? ¿Es que no puede multiplicarse por diez la inversión en i+d para incrementar el rendimiento de las renovables? Y aún peor: ¿Es que acaso debemos seguir consumiendo todo lo que consumimos, produciendo lo que producimos y demandar siempre esta absurda cantidad de energía que agota a la Tierra?

Ahora hagamos un pequeño ejercicio de lógica maliciosa: ¿a quién benefician estos Apocalipsis previstos? ¿No tendrán que ver con los planes de pensiones privados y el resurgimiento de la energía nuclear? Curiosamente, son muy convenientes para la planificación económica de dos de los lobbies económicos más pesados: el financiero y el energético.

La falacia ricardiana. Anótenlo.

Es un asunto urgente de autodefensa intelectual.

2 pensamientos en “Ciberíada y David Ricardo

  1. d. dice:

    Esto lo estuve discutiendo yo hace mil años con mi profesor de -dios!- macroenocomía, pero no conseguí sacarle de ahí (si baja el precio del dinero sube la inversión, etc.). Al final, la única manera que encontré de aprobar la asignatura fue memorizar todas y cada una de esas teorías con sus excepciones porque, lógica, ninguna.

    Y así consiguen esas legiones de entendidos en economía que se limitan a repetir las mismas falsedades hasta que le ven las orejas al lobo. Y la prensa les baila la canción.

    d.

  2. Inocencio dice:

    Interasante artículo con el que no puedo estar más de acuerdo. Por cierto, a mí también me encantó Ciberíada.

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