El Subsidio

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marzo 12, 2012 por carlosalonsoromero

Aparentemente, el embate empresarial contra la prestación de desempleo no tiene mucho sentido. Se ha interpretado como una cantinela de acompañamiento a la reforma laboral, quizá para que ésta se acepte como un mal menor, pero yo creo que hay algo debajo. Se puede rascar más. De hecho, si uno se lo plantea desde una perspectiva medianamente democrática o, como se dice ahora, de gobernabilidad, la prestación de desempleo es lo único que mantiene a la sociedad en unos niveles de criminalidad históricamente bajísimos y fuera de los confines de una guerra social abierta. Es el salvavidas de la democracia, la antesala de un milenarista campi qui pugui.

Entonces ¿qué pretenden los empresarios? ¿Por qué tanto ataque a la cultura del subsidio, a la holgazanería del desempleado? ¿Cómo han podido crear este estado de alarma en el que incluso ha tenido que salir el gobierno ultraliberal de turno a serenar a la patronal y garantizar la continuidad de la prestación del desempleo? ¿Qué se pretende con este movimiento hacia la generalización definitiva de la pobreza? ¿Dónde quieren ir a parar las estrategias de criminalización del paro?

Creo que hay dos explicaciones. La primera: la actual campaña de “aumento de la competitividad” por la vía de la reducción de los “costes salariales” (nuestro sueldo, vaya).. . Como en la Unión Europea ya no se puede devaluar la peseta, nos van a devaluar a nosotros, así de claro. Y aunque habrá empresarios que secunden al gilipollas de Rossell en base a este razonamiento, yo creo que su maldad es más profunda y que, realmente, se está intentando combatir una contradicción en nuestro actual sistema de relaciones laborales. Una situación que sólo se puede resolver a favor de los empresarios mediante la supresión del subsidio de desempleo o la rebaja de este a un nivel de PIRMI (o pírmico, si me permiten el chiste).

Bien, aquí va el primer hecho: el proceso de precarización se encuentra en un estadio tan perfeccionado que los ciudadanitos de a pie prácticamente sólo tienen a su alcance curros de mierda. En una impresionante panoplia, de acuerdo, pero mierdosos a tope. Y estos curros están tan extraordinariamente mal remunerados que empieza a dar pánico dejar el paro para penetrar en un mundo indigno y con peores ingresos que los que procura el subsidio. Cada vez hay más gente (y esto pueden comprobarlo en su entorno si son ustedes clase trabajadora como un servidor) que desea, voluntariamente, alargar el subsidio todo lo que se pueda para retrasar su incorporación en el maravilloso mundo de la esclavitud en nómina. La cuestión es que  la mierdificación es tan definitiva, la precarización tan absoluta, que cada vez más gente concibe el trabajo como una interrupción del paro.

Así, se tiende a ajustar estrictamente el tiempo de trabajo a los meses que haga falta cotizar para volver a generar derecho a subsidio. Esto dista mucho de la holgazanería. Es, sencillamente, sensatez. Para que me paguen como una mierda y me pongan a vender inutilidades a crédito, me voy a leer un libro bajo el sol aprovechando este sucedáneo de renta básica. Es tanto el trabajo que no hace ninguna falta y tanta la vida que se puede vivir sin trabajar que no hacen falta demasiadas luces para comprender esta actitud e incluso admirarla. Así pues, para los empresarios, el dilema es el siguiente: hemos llegado tan lejos en la implantación de nuestro régimen de esclavitud que, frente a nuestros ridículos puestos de trabajo, el paro se antoja ahora como una situación meridianamente mejor para el trabajador con derecho a subsidio. En unos tiempos como estos, de crisis, con la demanda de trabajo garantizada por el crédito insatisfecho y la amenaza del desahucio y el hambre, la situación aún no es demasiado alarmante para el empresariado y pueden incluso permitirse aplazar la batalla, pero no tengan ustedes dudas de que volverán a la carga. No creo que tengan intención de mejorar estas penosas condiciones laborales actuales cuando las cosas, después de la gran depresión, comiencen recuperarse (si es que lo hacen).

Hace unos años, el paro era una situación precaria que forzaba a la búsqueda de un empleo. Hoy en día, es más precario el empleo que el propio paro, así que para qué buscar nada… Claro que frente a este sinsentido, hay quien cree que la solución pasa por introducir nuevas formas de tutela del parado. Eso, eso, que nos den palmaditas en la espalda, y que nos pongan párrocos que para confesarnos («verá, señor parroco, ayer, en lugar de enviar currículums, snif, snif me fui al bar…»), y que, después de la absolución, nos repitan aquello de que el trabajo dignifica.

Un pensamiento en “El Subsidio

  1. carlosalonsoromero dice:

    Extraído de «Reforma laboral: de mal en peor», de Alejandro Vidal Álvarez (http://www.rebelion.org/docs/146133.pdf):

    El paro y los “trabajos voluntarios”.

    Por último, pero no por ello menos importante, se prevén dos posibilidades muy polémicas en relación con la prestación por desempleo. En primer lugar, el trabajador podrá compatibilizar la cuantía del paro con un trabajo, es decir que podrá cobrar parte de lo que le queda del paro mientras trabaja (aunque solo el 25% de la cuantía) Pero, ¿qué persona podría querer agotar días de paro mientras trabaja, cobrando solo el 25% de la prestación por desempleo? Esta medida, en realidad, refleja una situación social cada vez más frecuente: la de muchos trabajadores con contratos basura (trabajos a tiempo parcial, salarios miseria no superiores a los 700€, etc…) cuyos sueldos, por sí solos, no les llegan para vivir, sobre todo si existen cargas familiares o si se habita en grandes ciudades como Madrid o Barcelona donde el coste de la vida es más alto. Por tanto, la posibilidad de cobrar el paro y trabajar al mismo tiempo esconde una lógica perversa puesto que se asume que un salario ya no es suficiente. Esta es una situación análoga a los EREs parciales, donde los trabajadores continúan en la empresa pero cobrando menos, a la vez que al percibir el paro pierden días de prestación, con lo cual cuando sean realmente despedidos se encontrarán sin ninguna prestación puesto que la habrán agotado previamente. Así, los salarios tenderán a bajar, al
    asumir el empresario que parte del coste de esa mano de obra lo paga la Administración con el paro.
    Más aún, el trabajador queda muy perjudicado porque cuando se le agote la prestación pública no podrá sobrevivir solo con el salario, y si decide no compatibilizarla esos días de paro los perderá. En realidad, se prepara al mercado laboral español para extender el concepto de los minitrabajos (minijobs) Los minijobs se han generalizado en países como Alemania desde hace unos años con unas consecuencias dramáticas para los derechos y la protección social de los trabajadores.
    Los mismos han servido para enmascarar en Alemania unas cifras de paro y desestructuración social muy superiores a las declaradas, eliminando a cientos de miles de desempleados de las listas oficiales del paro mediante el fomento de contratos basura para trabajos de baja cualificación (contratos de horas, medias jornadas, de 400€ o menos) los cuales no cubren ni siquiera un mínimo de necesidades básicas para la subsistencia; y obligando a mucha gente a depender de subsidios sociales o de la caridad privada para sobrevivir. Esa es la idea subyacente a esta medida. En segundo lugar, se pretende también generalizar que los parados que están cobrando una prestación realicen algún tipo de trabajo social mientras la reciben. Esta posibilidad estaba ya prevista legalmente, pero no se utilizaba. Sin embargo, ahora el Estado fomentará la política de que los parados que están cobrando dicha prestación puedan realizar servicios de interés general en beneficio de la comunidad a través de convenios con las Administraciones públicas. Normalmente, a pesar de las habladurías malintencionadas de la patronal, una persona no pierde su trabajo porque quiere; sobre todo cuando tiene familiares dependientes económicamente de su salario o una hipoteca (y más aún si ese trabajo es un trabajo digno con un salario justo) El derecho a percibir una prestación o un subsidio de desempleo se genera durante el tiempo que el trabajador ha estado trabajando en el pasado y cotizando por ello. Por tanto, es un derecho que el trabajador ya ha adquirido y que puede percibir a tanto alzado o mensualmente cuando se queda sin empleo. Sin embargo, ahora se quiere condicionar el cobro de ese derecho adquirido a la realización de trabajos sin remuneración. Esto supone una deformación del derecho. En realidad, debido a los escasos recursos financieros que van a poder manejar las Administraciones locales y autonómicas con el ajuste presupuestario que se avecina y las exigencias del Gobierno central de no incurrir en déficit, lo que se pretende es que las mismas puedan sustituir el trabajo asalariado de miles de trabajadores (ya sea de empresas públicas o concesionarias) por el trabajo gratuito, y sin derechos laborales, de miles de parados a los que no les quedará más remedio que aceptar dicho chantaje para no perder su prestación. Como es evidente esto será una cortapisa aún mayor para crear empleo, empleo público.
    Ya no será necesario contratar a más trabajadores si las tareas que estos pueden realizar las cumple con creces y de forma gratuita un ejército de parados. Lo que demuestra a la larga que sí hay trabajo, y que el problema es de otra índole, de índole económico-sistémica.

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